la voz de prendes

prendes en atilano, presidente

Cuando preparábamos Atilano elaboramos una relación de candidatos para interpretar al decano de los banqueros españoles. Todos los actores cumplían una condición: habían nacido en la década de los 10. Daba igual que siguieran o no en activo. Fue Elena Arnao quién nos sugirió que agregáramos el nombre de Luis Prendes a la lista.

A Prendes le habíamos visto por última vez en Loco veneno, pero de eso hacia diez años. Nuestro recuerdo más fiel de él como actor era el del secundario de lujo que lo mismo podía ser hermano crápula de Balarrasa que barbero delator en Carne de horca. No le conocíamos como galán y tenemos la manía de no ir al teatro, así que su faceta de protagonista quedaba relegada en nuestra memoria a los «Estudios 1». Vamos, que en nuestro esquema de reparto era un más que firme aspirante al papel.

Cuando fuimos a enseñarle el guión se nos cayó el mundo encima. Su aspecto no estaba en modo alguno acorde con su edad. Pretendíamos que interpretara a un ancianito y nos encontramos con un chaval. Llevaba una barba cuidada, se movía con agilidad inusitada y seguía siendo un presumido para el vestuario. Las gafas y el bastón que utiliza en la película son, al tiempo, trucos de actor curtido y coquetería de quien sabe que, mediados los ochenta, no los necesita.

Nos convenció otra cosa: su voz. Una voz pausada, de quién empezó como Tenorio y ha llegado por derecho propio a ser espectro de don Gonzalo de Ulloa; una voz encallecida por setenta años de tabaquismo militante.
Bueno, eso… y las ganas que tenía de trabajar.

El último día en que rodamos con él fue en la iglesia de San Sebastián, en Carabanchel Alto. Estaba aquejado de un catarro y su voz resonaba en las bóvedas como un trueno carrasposo. Juraba que no le había ocurrido en sesenta años de profesión y nos pidió que le llamáramos para doblarse. Cuando lo hicimos, se disculpó: «Estoy un poco pocho».

«La voz de Prendes» (Fotogramas, 1998)