A uno le hace ilusión pensar que es único. Pero un día, por la calle, en su mismo barrio se encuentra con su viva imagen y se da cuenta de que la ilusión era sólo eso: una ilusión. Sólo hemos conocido a un induplicable: Fausto.
Como actor estas eran sus virtudes: una voz personalísima, un físico irrepetible, un ritmo propio que le iguala a los grandes. Al contrario que “Peliche” Ozores, Julia Caba Alba o Antonio Riquelme, Fausto podía estar mejor o peor. Dependía de la hora de citación, de la comodidad de los zapatos elegidos para su personaje, de la calidad de la comida o de los compañeros de reparto. No importaba. Lo que aparecía en la pantalla era siempre insólito.
Hemos trabajado con él en todas nuestras películas. Antes, Berlanga –cómo no- lo llevó a Patrimonio Nacional. Hizo otros papeles –no demasiados, la pereza manda-.
Sus amigos le dijimos hasta pronto el 19 de mayo de 2003.
«Fausto (Moreno) Talón, actor característico» (Boletín de la Academia, 2003)