nuestro metralla

No fue nuestra primera elección para interpretar al ex-legionario sentimental «Metralla», fiel lugarteniente del patrón de San Amancio. Habíamos escrito el papel para Paco Maestre, compinche desde nuestros primeros cortos, pero éste tenía funciones en Madrid y no podía escaparse hasta Viveiro las cinco semanas que anduvimos rodando Matías en la raya en las provincias de Lugo y la Coruña. Así que había que buscar a alguien que pudiera afrontar el papel con solvencia y que tuviera un físico muy marcado. Alicia Sánchez y Félix Rotaeta se habían mostrado estupendos en sus desempeños en Justino. Los dos provenían del teatro independiente y habían coincidido en el grupo Los Goliardos. Paco Algora también. No lo dudamos.

Dar con él no fue cosa fácil. Había dejado Madrid y vivía con su madre o con una tía, puede que en Cádiz. Desde finales de los ochenta apenas había hecho otra cosa que televisión, de modo que aunque hubiera protagonizado algunas películas a mediados de los setenta, en su etapa de mayor actividad, encajaba en el perfil de intérpretes sin demasiada exposición con los que concebimos la trilogía «España por la puerta de atrás».

Durante el rodaje, como alcohólico anónimo presumía de haber dejado atrás su etapa de alcohólico notorio. Actor de método hasta las trancas, empeñado siempre en pasar el texto a la italiana «una vez más» en cada toma, lloró a mares en el plano general del entierro de su adorado patrón, en el que su corpachón era apenas una diminuta silueta contra el mar de plomo y el cielo anubarronado. Le regañamos cariñosamente por haberse empleado tan a fondo en un plano de situación. Nos contestó que precisamente ése había sido el intríngulis del llanto inconsolable: el haber entrado en situación. Él, nos dijo, no sabía hacer las cosas de otro modo.

Hoy, al conocer la noticia de su muerte hemos recordado aquella escena del cementerio y su lección sobre el oficio de cómico.