Quim Casas: «Saludable esperpento», en El Periódico de Catalunya, 6 de febrero de1995.
El estreno de Justino, un asesino de la tercera edad ha coincidido con el de Siete mil días juntos, la última película de Fernando Fernán-Gómez. Estilos y temas aparte, ambos filmes participan de la misma sana tradición, la del esperpento cinematográfico y el humor negro, y cuentan con un mismo rostro, el del veterano actor secundario Saturnino García.
En el filme de Fernán Gómez tiene una breve intervención, en la que demuestra ser algo así como el otro Luis Ciges del cine español. En la película firmada por Luis Guridi y Santiago Aguilar, más conocidos con el nombre de guerra de La Cuadrilla, interpreta al personaje central, ese puntillero jubilado al que las circunstancias convierten en un asesino da la tercera edad.
Estamos ante un filme sencillo, efectivo y directo, rodado con pocos medios a los que se ha sabido sacar todo el partido posible. En blanco y negro, con amistosas y gratuitas apariciones (Juanjo Puigcorbé, Marta Fernández Muro, Fernando Vivanco, el fallecido Félix Rotaeta, Víctor Abundancia de Los Coyotes), saludable humor negro, guión desprovisto de situaciones inútiles y, la presencia magnífica de Saturnino García, puntillero injustamente jubilado que se dedica a apuntillar a familiares y amigos cuando no tiene reses a las que descabellar, y Carlos Lucas, el almohadillero Sansoncito convertido en su amigo del alma.
La Cuadrilla suple las carencias de producción con un entusiasmo del que anda necesitado el cine español. Demuestran, al igual que hacen los cineastas independientes norteamericanos -ahí está la reciente Clerks para confirmarlo-, que con cuatro duros e imaginación se puede levantar una película que reúna las condiciones para situarse con todos los honores entre lo más interesante del cine reciente.
Justino es un film excelente, hijo espiritual de la trilogía española de Marco Ferreri y heredero de una tradición negra que contempla la realidad social a través de sus contornos más esperpénticos y oscuros. Rafael Azcona, Luis García Berlanga y Fernán Gómez tienen en la Cuadrilla unos buenos y radicales continuadores.
Begoña del Teso: «Justico», en Diario Vasco, 12 de febrero de 1995.
En Madrid calificaron la faena de estos dos novilleros del celuloide, Guridi y Aguilar, de «alucinante» y «notable». La crítica barcelonesa remató al volapié con un «excelente». En Sitges les sacaron a hombros envueltos en premios. Ellos dos y su bravo mozo de espadas, Saturnino, recibieron de la Academia de Cine la cabeza en bronce de un pintor que supo de toros tanto como Picasso: Goya. La entendida afición francesa se inclinó ante la tauromaquia desgalichada pero férrea de La Cuadrilla.
Se afirma que Justino es un morlaco fiero y fiel a sus orígenes navarricos pues de Navarra es su productor Txepe Lara. Y sin embargo, a mí Justino me parece toro bragado pero de corto recorrido a quien los maestros don Luis y don Santiago han dado más pases delos que el quinqueño colorao tenía. A mí, me tientan los ojos oscuros de esta historia del pobre puntillero que remata lo que le echen, Miuras, Murteira Grave, vecinas del quinto izquierda, policías nacionales o enfermeras. Veo esta película encastada en la raza feroz del cine más negro, costumbrista, asilvestrado pero humano y solidario que se crió en el país en décadas de rabia. Pero barrunto que le faltan gramos de solera, kilos de poso y unos quintales de faena de brega para bajarle la cabeza al becerro y limar asperezas de principiante. También algo de chulería para torear este cuento de amistad y muerte mirando al tendido. En resumen, peleón en la capa, larga la faena de muleta y demasiado suelta, aunque bien colocada, la estocada.